DICEN QUE EL AMOR ES CIEGO

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Carlos Alvarado

Dicen que el amor es ciego, pero en la cuarta transformación, también es sordo, mudo y con mala memoria, porque cuando nos enamoramos de una promesa de cambio, se nos olvida preguntar qué pasa cuando el amor se enfría.

Y ahora, en pleno 2025, la realidad nos da una cachetada sin avisar. Mire usted, a nivel nacional, los maestros tomaron la calle, la presidencia de la República y otros estados.

No están pidiendo lujos ni becas para Harvard.

Están exigiendo lo básico: respeto a sus derechos. Y el gobierno, incapaz de responder.

En Zacatecas, campesinos toman oficinas de Conagua y Agricultura porque quieren agua, ¡agua!, con la que pueden sembrar calabazas.

Mientras tanto, los noticieros nos regalan cada día nuevas tragedias: jóvenes asesinados en Guanajuato, hechos execrables en la capital del país.

Y uno se pregunta: ¿La ley y el orden existen o sólo la pasan por el Canal 5 a las nueve de la noche? ¿De quién es la culpa? ¿Del gobierno? ¿Del pueblo? ¿De AMLO? ¿De Calderón? Por si acaso vivimos en un país de doble moral y triple discurso.

Queremos que multen al que se estaciona en doble fila, pero que a mí me dejen dos minutos porque voy por mi torta.

Queremos seguridad, pero si me agarra el tránsito tomado, que me perdone porque ando trabajando.

Exigimos limpieza en las calles, pero dejamos el bote vacío del refresco en la jardinera más cercana.

Tenemos un México de primer mundo, pero sin cambiar un ápice de nuestra conducta de tercer patio.

Y en Zacatecas, por si fuera poco, tenemos periodistas críticos, valientes, necesarios, que son como el oasis en el desierto.

Porque del otro lado hay amigos del régimen que cuando informan parecen que están narrando una misa en voz baja, sin molestar al poder.

¿Y qué decir de la UAZ? Un circo de plazas, regalos, compadres, esposas, sobrinos y exalumnos recién egresados de una universidad obsoleta, sin actualización, sin autocrítica, donde lo urgente no es solo reformarla, sino auditarla en lo académico, en lo financiero y, sobre todo, en lo ético.

¿Estamos formando ciudadanos críticos o solo vividores profesionales del sistema? Nos quitamos del sistema, a veces el sistema somos nosotros: el que no denuncia, el que soborna, el que calla, el que se conforma.

Y mientras tanto, nuestros cerebros migran, nuestras manos se cansan y nuestra esperanza se achica.

¿Vamos en camino al México que queremos o solo damos vueltas en círculo como pollo sin cabeza? Vivimos bajo la filosofía de la película «Django»: «El negro tiene un caballo, y tú quieres un caballo, Stephen». ¿A qué coño quiero yo un caballo? Lo que quiero es que él no lo tenga.

Ahí está el problema. No queremos mejorar. Creemos que al de al lado le vaya igual o peor.

Nos metieron en la cabeza que el dinero es malo, que luchar por tus derechos es de traidores y que alzar la voz es de enemigos.

Y si entre el amor perdido en realidad es golpeado, terminamos con un gobierno sordo y un pueblo dividido, un país que sigue esperando que alguien más haga algo. ¿Y tú? ¿Ya hiciste algo hoy por el México que dices que mereces?

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