LA EXPLOSIÓN QUE NO HIZO EL FIN

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Marco Antonio Flores Zavala

En la ciudad de Zacatecas, entre las 5 de la tarde del martes 23 y el viernes 26, de 1914, ocurrió de todo. Todo es todo.

El suelo, los edificios, las personas, utillaje, sentimientos, todo tembló. Vidrios y enseres fueron rotos como el efecto de la explosión de las reservas del ejército federal.

Cuando entraron a tropel los hombres avorazados, al edificio dieciochesco -hoy día reconstruida la fachada en el armatoste del Poder Legislativo- por supuesto que la adrenalina del triunfo les ganaba, aunque quizá hubiese un director de orden los condujo a la representación del gobierno huertista. Al entrar y saquear, un responsable hizo detonar una reserva de pólvora bien colocada que hizo derrumbar la construcción.

La mente de quien proyectó la detonación poseía los mismos conocimientos (arquitectura, diseño, pirotecnia, maldad) como los que desde la División del Norte apuntaban sus cañones a puntos donde serían certeros los disparos. En ambas partes había peritos en lanzamientos mortíferos.

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Salvador Vidal ofrece una versión plausible sobre la explosión de La Caja. No ignoremos que era el inspector de educación federal para Zacatecas y Aguascalientes; sí, por burocracia el maestro Vidal fue un colaboracionista del régimen huertista y estuvo consciente de ello.

Vuelvo, el docente nacido en Tepetongo escribió en Continuación del Bosquejo histórico de Zacatecas (tomo quinto, volumen II): “Al caer la plaza en poder de los revolucionarios, muchos de estos se dirigieron a los salones de dicho palacio y, como no encontraron las llaves, empezaron a disparar las armas a las cerraduras. Seguramente algún proyectil inflamó las bombas y el parque, produciéndose la voladura del citado edificio, quedando enterrados entre los escombros varios soldados del ejército libertador”.

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Lo que siguió en las siguientes horas fue la rapiña de los vencedores. Los vencidos tuvieron que esconderse, travestirse, dejarse morir, entregarse para morir…

Luis Medina Barrón y otros salieron casi a la vista -iban vestidos de civiles, rancheros a caballo- por los cerros del sur de La Bufa-Sauceda. Fueron a tropel, a trote, con la derrota a cuestas.

Tardaron un par de días para arribar a Aguascalientes, que ya entonces se preparaba para recibir la suerte y la estrella de la División del Norte, o las anticlericales divisiones del Noroeste o las del Noreste -éstas todavía constitucionalistas y carrancistas-.

En Ciudad de México, al saber que Medina Barrón sobrevivió, lo encomendaron a la defensa de la plaza de San Luis Potosí.

No, en el huertismo no preparaba el fin, organizaba la continuidad -nótese en los nuevos nombramientos del gabinete presidencial-.

Imagen:

Piedras amontonadas, del edificio de La Caja, explosionada el 23 de junio de 1914, aproximadamente a las 1730 horas.

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