SECCIÓN AMARILLA

Share on FacebookTweet about this on TwitterShare on Google+Pin on PinterestShare on TumblrShare on LinkedInEmail this to someone

Por Marco A. Flores Zavala

En octubre de 2019 miré la distribución de la edición 2019-2020 de la Sección amarilla. El hecho fue en la avenida Preparatoria de la ciudad de Zacatecas, en la esquina de la Unidad de Contabilidad.

Ahora sé que aquella fue la última impresión de una publicación centenaria.

Es posible que recuerde o puede imaginar la repartición: un grupo de hombres –obra masculina, por ser labor de carga-, iba casa por casa, comercio por comercio, entregando un libro. Quién sabe si les pagaban a los estibadores, porque ellos pedían propina.

En la calle los cables de Telmex situaban los lugares para dejar uno o dos tomos. No sobra decir: los hilos de electricidad, telégrafos y telefonía son grafías que indican el progreso que ha modificado, para siempre, el convivir en el interior de las casas.

*

Aquel año, 2019, el volumen estaba integrado con 496 páginas profusamente atestadas de información. Con dos evidentes áreas, dos portadas (anverso y reverso): uno era Zacatecas, Guadalupe, Jerez, Tlaltenango y Calera. La otra lo integraban Fresnillo, Río Grande, Sombrerete, Valparaíso y Juan Aldama.

El libro Sección amarilla era una orgía de datos (no dude, es, era, un libro: hojas reunidas, empastadas, textos impresos con millones de grafías). No hay una sola hoja en blanco. No hay página sin oferta o falta información.

La señal para comprar son los números telefónicos que previsiblemente anuncian un valor.

*

La guía telefónica impresa es un objeto presente en los hoteles que van más allá de las tres estrellas y cuartos numerados. Su presencia estaba acompañada con el libro empastado azul (la Holy Bible) guardado en los cajones de las inútiles cómodas que soportan la lámpara de lectura.

*

Luego de la posible afrenta de definirlo como libro, le propongo tenga a la guía telefónica como un objeto que configura el consumo cultural de una comunidad, en una ciudad. La comunidad es la que posee un teléfono fijo o quien desea poseerlo entre los bienes de un hogar. Imagine: la guía es la base del aparato; el libro estaba sobre una toalla tejida con aguja de gancho. Los tres objetos están en una mesa arrinconada o junto a un sillón orejero.

*

Ilán Stavans publicó, sobre el predominio del teléfono fijo en las ancianas décadas de 1980 y 1990, una reflexión que valora el contenido de la guía telefónica: “No hay empresa cultural que no esté condenada al error, por más mínimo que sea, y la guía telefónica, obvio, no se escapa; el error en ella, sin embargo, es muy estimable: en un tiempo en que se jactan los gobiernos de saber quién es quién y dónde, esta lista de infinitas variaciones fonéticas y numéricas, al incluir datos apócrifos o imaginarios, constituye una afrenta a la verdad absoluta”. Sigue la valoración: “Pero aun con sus deslices e incongruencias, la guía telefónica es del todo confiable: al abrirla nadie se atrevería a dudar de su información porque, si lo hiciera, su valor se anularía”.

*

Stavans da indicios de las señas de lectura y provocación: “Es cierto que el tamaño de su letra es minúsculo. Algunos incluso opinan que seguirla por más de 10 minutos obliga a usar gafas o una lente de aumento”. El comentarista cultural defiende la guía: “está diseñada para entretener momentáneamente, a ratos, nunca de jalón”.

El historiador Alain Luévano escribió sobre lo anterior: “Los números de acceso al instrumento de comunicación pierden valor para el investigador, pero el nombre, dirección y giro comercial son de suma importancia para la interpretación tanto cualitativa, como cuantitativa”.

Deja un comentario