LADY BIRD

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Por: Sergio Bustamante.

 

Mike Mills, Wes Anderson, Rebeca Miller, los hermanos Duplass y, sobre todo, mucho Noah Baumbach, son las influencias más evidentes en las que Greta Gerwig se apoyó para la realización de Lady Bird, su debut como directora.

Muchas formas prestadas que no logran aterrizar su historia y que, sin embargo, funcionan hasta cierto punto porque en su elemental no resuelto conflicto encuentra una empatía efectiva aunque como película quede a deber.

Estamos en el Sacramento, California, de principio de los dosmiles. El inicio de una era sin identidad en la que el contexto predominante era la invasión militar estadounidense a Irak, la recesión económica, y una escena musical que intentaba revivir el post-punk neoyorquino de los 70.

En esa ciudad con costumbrismos de pueblo es fácil encontrar jóvenes como Christine  MacPherson (Saoirse Ronan), «Lady Bird», la protagonista que tiene perfectamente delineados los parámetros del teen cinema: rebeldía, búsqueda del primer amor, familia disfuncional, poca adaptación escolar, gustos excéntricos de acuerdo a su entorno, etc., aunque dramáticamente la historia no aproveche ninguno de ellos. Aquí el foco será un deseo de aventura y sofisticación que choca de frente con una escuela católica y una madre sobreprotectora. Existe, también, el pequeño gran inconveniente de vivir en el “lado equivocado de las vías”, léase, ser de clase de media.

Con esos elementos y un padre desempleado pero amoroso y comprensivo, nos remitimos de inmediato a John Hughes y su Pretty in Pink (1986) y pensamos inicialmente en Lady Bird como la Molly Ringwald del nuevo milenio. Pero he ahí que el guión de Gerwig, para bien y para mal, no busca delinear un arco de crecimiento con base en los dilemas que enfrentaría una chica como ella (y que la misma directora vierte aquí a forma de semi biografía) en el 2002-03, sino detallarnos la odisea emocional de su protagonista sin ahondar del todo (o nada) en sus varios conflictos.

Vamos de la escuela a la casa y a fiestas mientras esa indecisa y egoísta Lady Bird va abandonando sus últimos dejos de adolescencia con berrinches que el guión no fundamenta. ¿Estamos ante un coming of age o una teen rom com? Hay coqueteos con todo pero no se ahonda en nada. En esa dinámica son las discusiones con su madre lo que levanta la cinta. Marion (interpretada puntualmente por Laurie Metcalf), es una enfermera que trabaja doble turno cuya aspereza se traduce en una forma demasiado estricta y entrometida de demostrarle amor a Lady Bird (y sus otros dos hijos adoptivos), quien naturalmente ve en ella una confrontación a sus deseos.

¿Es esta la forma como crece la protagonista? No del todo, pero sí sirve como vehículo dramático para echar a andar los errores que en sus constantes rabietas cometerá una protagonista que cumple sus objetivos sin saber por qué los deseaba en primer lugar.

Es decir, cuando por fin ve cercano su anhelo de pertenecer a una escena intelectual como la de una Universidad en la Costa Este, Lady Bird cae en cuenta de si en realidad era su meta o sólo quería huir a como diera lugar del infranqueable proceso de crecimiento. Es una chica que siempre dijo que quería ir a donde hubiera cultura aunque nunca nos demostró tener tal. Vemos un afiche de Bikini Kill en su cuarto, ¿pero se asoma  acaso alguna de sus canciones?

Gerwig entonces nos presenta a un personaje que hizo todo el proceso clásico del coming of age, como abandonar a los amigos marginados para juntarse con los populares o negar a la familia, sin que ello se tradujera en crecimiento (y por ende una cinta bien desarrollada), vamos, rehuyendo de la categoría, y más bien siendo un filme de discusiones y cavilaciones demasiado elementales. A menos, claro, que se trate de un retrato íntimo o puro sobre las dificultades no de la vida adolescente, sino de la cognición a cierta edad y en cierto contexto.

En ese sentido, el discurso de Gerwig puede funcionar porque hasta su lenguaje (esa fotografía plana, escenas sin fuerza y diseño de producción más bien tacaño) va con la poca sustancia de la protagonista. Y todavía más, al ser este un relato semi autobiográfico, entendemos que sirve como una obra conciliatoria de la propia directora hacia sus errores del pasado. Bajo esa perspectiva, se comprende mucho del sinsentido y paradójicamente la falta de identidad es LA identidad del filme. La imperfección y la metáfora de emprender fallidamente el vuelo se cumple de forma extraña en una película entretenida pero muy básica y lejos de ser lograda.

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